Las nubes son pirámides
de espuma desprendidas en el río Lía
pasan imágenes
fugaces en el borde de su palma
en el reflejo
reverberan lentejuelas
asfixia el aire
los peces arden en su memoria
allí donde duerme el caudal
acaricias el aliento de las piedras
inquietas
lo pasajero
custodia su propio destino
y deseo
como la composición de un recuerdo
en la huida
de “árboles negros” (2024)
En el reflejo del desastre
musgo propaga mi huella
en las rocas
recortan alambres
el puente
que atravesaste
detrás de una hilera de chivos negros
detrás del carbón en sus ojos
más atrás
del monocultivo
del eucaliptus
sobrevive un pétalo crudo
en las manos arbóreas en el manto
espeso veneno floral
de las malezas silvestres
del idioma idiopático que brota
aunque nadie lo espere
de “árboles negros” (2024)
La noche apaga los helicópteros
y las sirenas
piedras susurran la espera
estamos solas
el pensamiento crepita honduras
en las cortezas
desde sus puentes colgantes
lanzamos palabras
extintas
de “árboles negros” (2024)
Astillas sostienen la calidez de una tarde
Semillas de ají abren aromas
y reinventan el pasado
Precipitación del tiempo
perpetuidad de una energía demasiado ardiente
por sus poros asoman copas de árboles quemados
que no despiertan, y recuerdas:
En el fuego habita algo de agua
En el frío algo de fuego
En el silencio algo de palabra
Inédito
Carolina Benítez Hernández (Concepción, 1994) Química Farmacéutica. Desarrolló su escritura poética en diversos talleres impartidos por escritoras. Ha publicado la plaquette de poesía “árboles negros” (Ediciones Marea, 2024).