Ensayo

I am a professional yapper (o no hago más que darle a la lengua) Iruene Ayur

Me pregunto muchas veces qué sentirán las personas angloparlantes al hablar del self, del yo que no es I, ni I am. Me pregunto si se siente diferente entre los dientes poder saberse de tres formas. I, la forma más simple, el yo referido a la identidad como unidad activa en el proceso lingüístico de existir en el mundo; I am,  el yo soy/ yo estoy, la forma experimental, el yo en proceso que que vive en un contexto determinado; y self, la última forma,  el yo interno, reflexivo, el que se acerca a la noción de esencia, de alma, de consciencia, pero no llega a ser ninguna de las tres. 

Me gustaría tener un self en español, como pienso que les gustaría a ellos tener una magua.  Creo que por eso me obsesiona tanto la traducción, me preocupo demasiado pensando en si el traductor supo escoger la palabra correcta para indicar el matiz que pretendía el autor al usar esa palabra y no otra. A veces no existe y es necesario dar vueltas con una frase construida a base de notas lingüísticas que el traductor, ese intermediario lo suficientemente valiente como para atreverse con esta tarea, trata de recolectar con el mínimo de letras posibles. Porque también se inmiscuye la economía lingüística en todo este entramado de traslación y resulta que hay ocasiones en las que es mejor desligarse un fisco de la emoción original y encontrar una que se ajuste al formato, a la página, a los movimientos bucales de la pantalla, y siendo completamente realista, tal vez a todo el mundo no le gusta que le expliquen los refranes extranjeros cuando tienes un homólogo igual de divertido en tu lengua nativa. 

Muchos días me levanto pensando que es imposible, como mis tontos intentos de traducir I, I am, y self. Me carcome sentirme tan alejada del autor cuando no hablo su lengua, pero he entendido que hay que hacer paz con esas cosquillas tan dolorosas. He asumido que no siempre habrá una conexión directa entre dos culturas, que tengo que confiar en que la aproximación sea lo suficientemente buena para poder relajarme y pasar al siguiente renglón. Habrá veces en las que me enfade con el traductor porque no supo parafrasear todo eso que siento cuando leo en el idioma nativo, y seré tremendamente injusta porque nadie sería capaz de hacerlo. 

Mis palabras inglesas favoritas son self y embodiment, y para la segunda han propuesto como traducción encarnación, personificación y/o corporización, según el contexto. Y yo no me quedo tranquila porque no estoy de acuerdo. Ponerte la piel que te han cosido sería más adecuado, llevar esa piel y que poco a poco sea tuya, una explicación acertada; embodiment no se trata de una representación o un trasplante de cualidades, es transformarse, convertirse en, ser de nuevo, abrocharse el abrigo y que a este le crezca pelo con tu ADN. O algo así.

Tal vez soy muy friki y esta comedura de cabeza son los tics que me da el estrés del perfeccionismo. No me hice traductora porque sabía que me habría consumido el existencialismo de saberme sujeto de una esfera bio-eco-socio-histórico-cultural, y escuchar en las palabras un devenir temporal geográfico político es un peso que no creo poder soportar en mis labios. Es porque le doy muchas vueltas a todo y nuestro cerebro no está hecho para eso, tipo, a quién se le ocurre inquietarse porque no conoce la etimología de una palabra o qué letras se perdieron en la evolución desde el latin -bueno, a los filólogos-. El caso es que no puedo estudiar una carrera por cada tema que me mantiene despierta por las noches, pero la falta de tiempo no disminuye mi curiosidad. 

En fin. Me gustan demasiado las palabras, de hecho en este texto sobran unos 3131 carácteres que son solo yo yapping. Ah. Yapping, otra palabra sin traducción directa que me gusta.


Iruene Ayur (Santa Cruz de Tenerife, 2002)

Escritora, poeta y artista multidisciplinar canaria

Puede que también te guste...