Angélica González Guerrero, poeta de Rengo es una de las grandes voces de la poesía nacional. El recién pasado año 2024 publicó su séptimo libro de poesía titulado Ella Delirium, además de una reedición de Transeúnte, obra publicada en el 2012. En esta entrevista, Angélica habla de su trayectoria, de cómo la poesía fue su refugio ante la incomunicación y el dolor, y cómo, a lo largo de los años, ha buscado abrir espacios para otras voces. Angélica destaca la importancia de visibilizar el contexto desde el cual se escribe y enfatiza que la poesía, lejos de ser utilitaria, es una expresión genuina de la experiencia humana. A lo largo de esta conversación, se refleja su compromiso con la creación, su habitar poético y el impulso a nuevas generaciones.
Me gustaría empezar hablando sobre el libro publicado este año, Ella Delirium en particular sobre el poema Identidad de niñez, dices en este poema: “Ellas son las niñas perdidas en los cantos de un gorrión/son los gestos del cuerpo/ellas son eso que le falta al silencio”. Aparece la infancia perdida, pero también una forma de referirte a ella con belleza, que hay para ti ahí
Cuando hablamos de Ella Delirium estoy yo ahí en muchas ellas. Cuando nos referimos a la infancia pienso que tengo una historia muy loca porque no hablaba, entonces lo único que hacía era mirar, contemplar y hablarme a mí misma, ahí parte el silencio y esa belleza que tú encuentras. Finalmente son todas ellas, son todas esas niñas que pasaron en mí, esas niñas que tuvieron que enfrentar también una desolación, un mutismo profundo. Yo siempre lo digo, como de ir al fondo, y cuando hablo de fondo, no es un fondo espiritual, es un fondo mental. Entonces, por eso cuando hablo de los pájaros, cuando hablo de esas niñas, cuando hablo de ese silencio, es muy gráfico ese poema. Finalmente está la figura de estas niñas, pero cuando lo escribí, vi no solo a una o dos niñas, sino a muchas niñas, pero todas de espalda, mirando pájaros. Es un poema bien sentido.
La infancia tiene que ver con nunca dejar de imaginar, siempre encontrar esa belleza de las cosas, esa honestidad con lo que uno también se empieza a relacionar con los objetos. Porque hablamos mucho de las emociones, pero los objetos, las cosas, siempre nos están mostrando algo y eso me interesa a mí: la belleza que tienen las cosas, y que por muy antiguas o muy roídas que estén, siempre tienen una belleza. La niñez me lleva a eso, la infancia me lleva a eso: a relacionarme sin juicio, eso está ahí, lo voy a tomar y le voy a encontrar lo bello. Eso es la infancia, volver ahí, volver a esos lugares, por muy solitarios que sean.
Cesare Pavese habla en sus diarios que aquello que nos asombra como adultos siempre está mediado por un asombro previo ocurrido en la infancia. ¿Tú ves que hay en tu poesía ese asombro previo?
Sí, por supuesto, siempre está ese ecosistema de habitar ese lugar. Por eso mi poesía también es bastante conceptual, porque yo siempre vuelvo a ese lugar, que es un patio donde yo me relacionaba con figuras a las que les creaba diálogos. Me encantaba irme al final de los campos a buscar saltamontes. Siempre estaba ese asombro, era como buscar ese detalle, y ahora lo mismo. De esa forma se fue creando la poesía, en ese lugar solitario, de convivir y aprender la realidad, no temerle a eso.
Yo llegué a la poesía también por un tema de poder conectar con la realidad, de poder aprender a comunicarme, porque, en el fondo, no sabía cómo hacerlo. Fuera de la casa yo no sabía cómo comunicarme con otros. Eso era también un poco desolador. Cuando leo algunos textos míos siempre sale el derrumbe, y era eso, el derrumbe del pensamiento, el derrumbe del sentimiento. Yo no puedo no asombrarme de las cosas, y eso también hace que la gente nos tema, que les dé miedo cuando a mí me asombra una piedra o las grietas.
La poesía también es un lugar donde puedo hablar y puedo volver a esa infancia y relacionarme con la pureza de las cosas, con la virtud de las cosas. Nos da miedo hablar de eso. La pureza no está de moda, la virtud no está de moda, pero bueno, eso es también una labor del poeta: no estar a la moda. No responder solo a algo actual, sino a una propia voz.
Eso es lo que hace la diferencia cuando hay libros que uno pasa por ellos nomás, y otros en los que te detienes. Y yo creo que, en todos los ámbitos de la vida también, es cuando uno tiene una propia voz. Casi todos los momentos de la vida son para dar ese paso y caer al vacío, porque es tu propia voz. Quizás no le va a importar a nadie, o quizás le va a importar a otra persona, o en algún momento le va a importar a millones. Uno no sabe eso, pero está al borde, está apostando, por algo. Yo todavía no sé lo que es la poesía más que una sensación, y me quemo.
En tu postura de responder a la voz propia y alejarte de las modas. ¿Cómo es tu relación con la literatura actual, que muchas veces pareciera repetir fórmulas? hay una narrativa de autoficción que escribe en párrafos cortos, con frases comprimidas y temáticas similares. En el panorama poético también está la repetición de forma y de fondo, qué opinión tienes de esta literatura que pareciera ser una fórmula concebida sólo para vender o contentar un mercado
Yo soy bien transparente y a veces también categórica. Para mí eso no es poesía, es un artificio de hacer versos, de tomar un momento subjetivo y plasmarlo en un lenguaje. Quizá hay una metáfora bien lograda, pero no está la esencia, entonces para mí ahí no hay poesía. La poesía, en mis conceptos, es un momento. La poesía son esas pequeñas piedritas que uno va encontrando en esas voces en las que uno dice: “No, esto nunca lo había visto”. Y ahí uno vuelve al asombro. Eso es la poesía. La poesía es una sensación que te impacta, que te rompe, primero al que escribe y luego al lector. El poeta debe ser totalmente sensible para poder plasmar eso en el texto y conmover al lector, quizás solo con una piedrita, quizás con una palabra, y ahí está la esencia de la poesía, porque esa esencia es esa sensación de ese mundo ininteligible, que yo no conozco y que no sé cómo explicarlo.
La diferencia, de esa poesía que tú dices con esto otro que yo estoy hablando, es eso: que yo no encuentro esas pequeñas piedritas. Hay una biografía, hay un hecho, hay una sensación que ya pasó por una construcción lingüística y que no fue capaz de sostener esa piedrita. Entonces me queda algo que no me asombra, algo que se parece a otra cosa que ya vi. Pero uno tiene que también sentir ese pavor, ese miedo del poema. Han dicho que todo ya está dicho y sí, quizá es verdad, pero no todo está sentido y eso es lo que la poesía debe hacer.
Se puede tratar muy bien el lenguaje, pero la poesía está fuera está en otro lugar. La figura del poeta es otra cosa, no es alguien que escribe. Una vez, en una universidad, me decían: “Oye, pero ¿cómo tú dices que no eres poeta?” Y digo respondo que no, aún me falta mucho aún, todos pueden escribir, pero el poeta es otra cosa y la poesía es otra cosa.
En este libro dices “pensabas que no ibas a tener nada pero tuviste la poesía”. Leí una entrevista de Zurita hace poco en la que le preguntan si el que escribe es una figura poetizada de sí mismo. El hace una diferencia entre el que está vivo y el que escribe. En ti pareciera que no haces distinción. ¿Cómo vives tú ese fenómeno poético? ¿La Angélica que escribe no es la misma que habita o no existe esa separación?
No, no existe separación. Vivo poéticamente cada segundo. La gente se asusta porque hablo de la belleza constantemente, sorprendiéndome de todo. Llevo eso a la escritura y siempre estoy escribiendo en mi cabeza. He creado una teoría para despatologizar este habitar poético: no es locura que nubla, es más delirante y lúcido. Es como ser un animalito que a veces debe enjaularse porque no todos entienden esa sensibilidad hacia detalles, como un perfil o un sonido, que me emocionan profundamente. Es mi manera de ser, aunque otros lo vean como patología.
Por lo mismo no hago esa división. No hay un descanso, el descanso solamente existe cuando uno escribe y cuando puedes respirar ahí un poco. Es agotador pero es bello.
Es bello responder a lo que tú eres como ser. Yo digo: “La vieja promesa de estar vivo”. ¿Pero qué es estar vivo? Estar quemándose a cada momento, estar en ese borde del pensamiento.
Justamente en Ella Delirium aparece un texto titulado Delirio que sólo presenta la definición de la palabra y terminas con un “DICEN” como si tuvieras desconfianza de la descripción
Sí, sí, como decía sin quitarle importancia yo no puedo entrar en ese tema de la patología. Yo sé que hay gente que sufre porque es una enfermedad, pero en este contexto de la vida de no estar con este diagnóstico patológico el delirio es otra cosa. El delirio es mirar al sol y que la luz te rompa, eso es delirio para mí. Tomar decisiones es un delirio. Por eso cito mucho a Alejandra Pizarnik porque ella también hizo de su vida la poesía. El delirio es más que un invento o una pose, no me gusta creerme algo que no soy. Yo vivo poéticamente y el delirio para mí es esa decisión. Cuando yo hablo de estar al borde es estar en esa punta de las ideas del sentimiento, de que estás dispuesto a darlo todo por alguien o por algo, estar dispuesto a abrazar la tristeza, a amar el dolor y superarlo. Las cosas impuestas yo no las creo, no creo en la figura del poeta maldito. Eso es historia literaria, son poses.
A mí me han tratado de purista y puede ser, pero creo en lo genuino y eso también es un delirio: estar en esa forma genuina de las cosas en hacer el esfuerzo de mirar a los ojos y hablar, porque la gente, por lo general, está todo el rato maquinando situaciones, y cuando tú no estás, en eso yo creo que eso es delirar.
Muchos poetas también a lo largo de la historia inventaron que estaban locos para que los dejaran tranquilos, porque la poesía es una decisión irrevocable. Tú te subes a ese viaje y no hay vuelta, no sabes si te vas a perder, si te vas a morir, pero uno aprende a decir: Bueno, si te vas a morir te mueres no más. Para mí la poesía es la vida o la muerte yo así la vivo
Intentando hacer un cruce entre ambos libros. En Transeúnte se puede ver una forma de ver directamente a la muerte y entenderla como algo absoluto, y al mismo tiempo, en uno de los poemas de Ella Delirium titulado Miedo adentro hablas de una Ella que “va naciendo hacia la verdad, la verdad de este mundo.” ¿Cómo es tu relación poética con la vida y la muerte?
En transeúnte yo conviví directamente con la muerte. Es un libro urgente porque muere alguien de mi vida muy significativo. Entonces yo digo: bueno no hay nada más, solo la muerte. Empecé a entender muchas cosas, que todo termina y que todo es posible.
Venía en algún momento caminando por el tema poético en mis otros libros, pero en transeúnte es categórico, un antes y un después: hoy estamos acá y mañana no vamos a estar. La única certeza de estar aquí en esta tierra es que nos vamos a morir; lo único claro que tenemos. En Transeúnte también hablo del suicidio porque yo también convivo con esa idea, y quizá lo que voy a decir ahora da miedo y hay gente que se niega a decirlo, pero también estamos conviviendo con esas ganas a veces de suicidarnos, de terminar. Pienso: ¿Por qué no naturalizamos las cosas? ¿Por qué reprimirnos siempre de decir: sabes qué, ya no quiero vivir más? Ya hasta aquí llego. Pero no, viene el sistema y dice: oh, qué cobarde. No, tú tienes que seguir porque hay esperanza. Y no, no hay esperanza para esa persona. Ya no quiere. Tal vez suena descarnado, pero creo que eso es lo genuino. Eso es aceptar lo que es ser un ser humano y una persona construida con todas estas cosas urbanas y accidentes de ser parte de una sociedad.
En Transeúnte también me revelo a aquello. Y digo, no, soy un ser humano. No quiero estar llena de todos esos accidentes sociales. No quiero. Porque lo social también te va creando una identidad. Y uno como ser humano, salvaje, prístino,se pierde en eso. Entonces, en Transeúnte dije, no, no quiero. Yo hablo del suicidio literalmente. Hablo del fin de todo. No hay más oportunidad. Hay una simbolización del silencio también, que para mí es súper importante en mi poética.
Luego aparece Ella Delirium y, bueno, ahí mantengo lo mismo. Pero Ella Delirium viene con otro proceso también. Otro proceso neurológico de escribir. Y fue en una soledad absoluta. Nuevamente la vida mostrándome que todo termina, que nada es para siempre y que no podemos entrar en esas ideas de concepción de las cosas. Por eso que a veces la poesía se queda en tanta biografía, como buscando eso, ese ego de decir: yo siento más que tú. No. Hay cosas mucho más dolorosas que el mismo dolor. En Ella Delirium está la desolación absoluta del amor. De ese amor sexoafectivo también. La gente no es eterna, los sentimientos, esa concepción de las relaciones humanas deberían ser más humanas que sexoafectivo. Porque el amor es un sentimiento, es un estar, es una apuesta también. Pero lo relacionamos con este tema de la sexoafectividad. Donde tienes que tener una relación construida para que sea amor. Ella Delirium, viene a responder eso también, a hacer todo este viaje. Y es un camino de mucho aprendizaje. Como ella descubriéndose nuevamente y volviendo desde el infierno. Literalmente volviendo del infierno. No voy a entrar en detalle. Pero si me preguntaran, oye, ¿cómo es volver del infierno? Es sentir eso que sientes fuera de ti. Que ya no hay piel. Que tú sientes fuera de tu piel. Y eso es casi difuminarse en algo. Pero tenía la poesía. Tenía esa sensación que me decía: regresa.
En un verso de Transeúnte dices: “Trazar sinónimos sobre el nombre del sobreviviente/Pa-La-Bras/ y parecernos” Me llama la atención esa separación en sílabas, como una forma de volver a encontrarle sentido al lenguaje y a la propia vida. ¿Qué hay ahí?
Bueno, en transeúnte fue súper necesario hacer esa fragmentación. Pero esa fragmentación de las palabras o del lenguaje era una fragmentación mental a la vez, porque necesitaba oxígeno. Estaba todo muy lleno de dolor, estaba todo muy comprimido de oscuridad. Lo que tuve que hacer es ese grito urgente de seccionar, de fragmentar el lenguaje, esos versos separados, es el oxígeno. Encontrar ese aire era muy necesario. En mis lecturas también lo hago a veces, tengo que fracturar, yo lo llamo rasgar la palabra. Hago esa rasgadura y la quiebro. Pero es oxígeno, porque de pronto en Transeúnte había mucha oscuridad.
En transeúnte hay una voz sobre la pérdida que transita en el silencio que se hace presente en el libro en estos grandes espacios en blanco, con poemas que a veces solo aparecen al final de la página. Pero al mismo tiempo hay otra voces dentro del propio escrito. En un poema dices: “Hay más angustia de lo que creemos en mi ser” hay una voz que no está experimentando todo ese dolor en soledad ¿Qué aparece en ese momento?
Ahí aparece la humanidad. Hay muchos momentos en que no podemos solos y que el creer en otro es esencial; eso nos hace salir de ese ego de que lo sabemos todo, de que lo podemos manejar todo. Creer que ya sea en otro, sea en algo, te da esa humanidad. Te da eso humano, eso de decir, bueno, yo soy un mortal y me voy a terminar porque creo en algo. Esa es una gran revelación en Transeúnte, creer no está ligado solo a lo trascendental, creer es creer en el que está contigo, en esta humanidad, Aquí estamos con los humanos. Es aquí donde está sucediendo todo, saquémonos de esos disfraces, esas máscaras, esos juicios en todo momento de estar criticando a otro.
El Transeúnte, no va solo, pero ni siquiera conoce con quién va, va nomás. Por eso ese gran espacio en blanco, ese gran espacio en blanco es el silencio, es la contemplación, es este universo que tenemos arriba, es el cielo que nos cuesta tanto mirar como algo que está sucediendo a cada momento. Siempre miramos el cielo como algo místico, y no es así, el cielo está sucediendo. Eso es lo que en el fondo está diciendo ese verso: creo en alguien, no sé quién es, no sé lo que es, pero sé que no estoy solo, hay algún ser humano, hay un ser que quiere estar, a veces no quiere ni siquiera decir y quiere sentir, quiere mirar, quiere contemplar. Por eso es un ser humano, no está viciado de cosas
Refiriéndonos más a tu faceta como gestora cultural, estás siempre creando instancias para nuevas voces y guiando poetas de la región en su escritura. Este año tuviste un taller literario de niños en un colegio ¿Qué importancia tiene para el poeta esa responsabilidad con su comunidad?
El poeta tiene una responsabilidad, todos deberíamos tener esa responsabilidad, más que si eres poeta, pintor, profesor. Mi universo poético, para mí, es fundamental, porque parte desde mí. Yo la pasé mal, insisto, como todos. Pero mi vocación poética es con otros. Lo que yo sé, no quiero esconderlo, no quiero guardarlo, no lo necesito para mí solamente. Yo necesito que todos escribamos el gran poema. Entonces, el mínimo conocimiento que yo pueda tener, yo quiero transmitirlo, porque así vamos creando lugares. La gente que está escribiendo también empieza a sentir que no está tan solo.
Yo estuve muy sola, fui tachada de loca, pero yo ahora tengo una responsabilidad. Yo quiero estar con ellos, no para adoctrinarlos, sino para ayudarlos. Les pregunto: “¿Qué pasa en su poética?”. Me preocupo mucho de los conceptos teóricos que yo les entrego, porque se cree que la poesía es solo sentir, y no es así, la poesía tiene mucha teoría. Eso también sirve para entender que la poesía no solo es un artificio de hacer versos. Por eso hago estas formaciones o estos talleres, y también porque lo paso increíble, me río y aprendo mucho de todos los chiquillos. Me lleno con toda su energía, imaginamos. Es por eso, no es por otra pretensión
Algo que me preguntaba es sobre el lenguaje de los niños. Vi una entrevista tuya en la que decías que cuando eras niña no podías expresarte y que había todo un mundo contenido ahí, y que la forma de expresarte cobró sentido con la literatura. Pudiste encontrar una estructura para poder expresarte. En la actualidad hay ya varias generaciones que su comunicación pasa por una estructura diferente: las redes sociales, los meme, frases y cierta retórica digital que se usa para nombrar situaciones específicas del día a día. ¿Cómo te relacionas tú al enseñar poesía con esas nuevas estructuras? ¿Cómo convergen y qué nuevos caminos se abren?
Cuando encontré estas estructuras, me armó un mundo neurológico totalmente virtuoso, en el sentido de que me podía comunicar. Leí y el Quijote, vi esas estructuras y dije, oye, yo puedo hablar en este espacio, y lo necesitaba. Cuando yo me pongo muy nerviosa, me cuesta comunicarme con el lenguaje literal, pero con el lenguaje poético no. Pero por eso también es súper difícil cuando no hago la separación, me dicen que hablo todo el tiempo con poesía pero es la única forma que aprendí de hablar. Con los alumnos no es difícil, yo hago un trabajo teórico primero y después les digo: ‘Bueno, nos vamos a subir al planeta poesía y aquí en el planeta poesía todo está permitido’. Les doy esas posibilidades.
Pero también les digo: chicos, poesía visual, fusionemos lo que ustedes están viendo en las pantallas,. Y yo estoy de acuerdo con que se abran espacios. Pero uno, que está al otro lado mediando tiene que ser responsable. Si vamos a hablar de los memes y de todo eso démosle la vuelta, quizás, a la poesía visual. Yo les transmito que la poesía es posible en todos los espacios, en todos los lugares. Y que de todo podemos hacer poesía. Pero tenemos que descubrir cosas nuevas, que tenemos que asombrarnos.
Octavio Paz decía: lo único que no podemos hacer es llenar un vaso vacío con más vacío. Se refiere a que un poema no se puede llenar con accesorios lingüísticos; el poema también te pide a veces, hay cosas a las que hay que renunciar. A mí me pasaba con las flores amarillas, yo quería que todo el tiempo aparecieran flores amarillas y el poema me decía, no, no encaja, no va, corta, y había que cortar. La sensación poética, la poesía misma ya te está pidiendo algo más. Esa sensación se empieza a revelar en el texto y uno tiene que hacerle caso, así empieza a mostrarse lo diferente.
En tu carrera de gestora cultural has dado mucho énfasis en la creación de mujeres, en los talleres y los espacios dedicados a la escritura de mujeres poetas. ¿Cuál es la importancia para ti cultural, social, de la lectura y la escritura de mujeres?
A mí me importa mucho eso, porque finalmente yo me amo como mujer, pero convivo con todo. Claro, uno se declara feminista, tengo clara mi postura de aquello y todo lo que nos ha costado históricamente como mujeres, pero para mí es súper importante crear un ecosistema con todos. Esto responde también a la poesía. Resulta que la poesía no es de hombres y mujeres, la poesía no puede ser algo utilitario. La poesía es simplemente esa sensación que te está embargando que le puede tocar a quien a quien sea.
Cuando nos empezamos a nombrar es distinto, porque hay contextos y la voz poética empieza a ser un contexto. El tema de las mujeres en poesía a mí me interesa mucho, es súper necesario mostrarnos, visibilizar que estamos escribiendo dentro de un contexto totalmente distinto. Las mamitas están con sus crías escribiendo, es sacrificado pero lo encuentro bellísimo; o que esté cocinando, o que trabajen en una multinacional. A mí lo que me interesa de la mujer es su contexto, desde dónde escribe, cuáles son sus motivaciones y procesos creativos. Por eso es que tenía el proyecto La mujer poeta habita, que comencé hace aproximadamente dos años. A mí me interesaba mucho ir a los lugares rurales donde estuvieran las mujeres escribiendo, porque ahí hay otro contexto.
Siempre he tratado de transmitir que no me interesa ir a ese conflicto, no me importa si la poesía de mujer vale más que la poesía de hombres, yo lo que rescato es el contexto. Sé que los hombres escriben desde un contexto diferente, pero si no generamos un vínculo, ¿cuándo vamos a poder ver que la poesía nace? Porque la poesía está ahí. Y yo sé que nos cuesta, lo he vivido en carne propia, muchas veces hay reuniones de hombres a las no me invitan, pero está bien, Lo mismo si yo no invito a los hombres, pero como seres humanos, no llegar a ese conflicto, porque ahí es cuando la poesía empieza a ser útil y yo no quiero eso.
Mi contexto social, político, que también lo tengo, está bien, pero hay otro contexto para hablar de aquello. La poesía es algo genuino, la poesía es política también, pero desde su cuerpo.
Tengo poesía política que no está recopilada en textos, porque eran a partir de performance. He hecho un trabajo con colectivos feministas, la performance me gusta mucho y se contextualiza dentro de la poesía visual, pero siempre poniéndolo al límite para que no sea útil para algo. Estamos tan acostumbrados a darle utilidad a todo, a poner que la poesía es esto o esto otro. A mí me crea a veces una molestia y tengo que decirlo: La poesía no debe ser útil a algo. Lo mismo que yo he dicho, la poesía no es una terapia, la poesía no va a sanar nada, es solo una posibilidad para expresar lo que tú sientes, la poesía es esta sensación que me está haciendo expresar y que me está abriendo una ventana.
Para finalizar la entrevista te quería preguntar, ¿cómo resumirías tu creación poética? En algunas palabras tuyas, ¿cómo resumirías tu creación?
Ay, qué difícil. No sé. Lo único que puedo hacer es definirla. La puedo definir como poesía. Es poesía. Poesía.