Pensé en un mundo sin memoria, sin tiempo, 
consideré la posibilidad de un lenguaje que ignorara 
los sustantivos, un lenguaje de verbos impersonales 
o de indeclinables epítetos. Así fueron muriendo los 
días y con los días los años, pero algo parecido a la felicidad 
ocurrió una mañana. Llovió, con lentitud poderosa.
El Inmortal, Jorge Luis Borges

 
Jorge Luis Borges nació en 1899 y creció como un niño solitario en la Buenos Aires de los años de principio de siglo XX. Se acompañaba casi únicamente de la biblioteca familiar y de los fantasmas míticos que le preocupaban desde entonces y que le enseñaba su abuela inglesa que se había aprendido la biblia de memoria. Su primera aproximación al budismo fue a los 7 años cuando leyó «The light of Asia», de Sir Edwin Arnold y «El príncipe feliz», de Oscar Wilde. A Borges no le gustó el texto de Arnold y lo trató como un poema mediocre en comparación a la literatura de Wilde. Borges tradujo este poema a los 11 años. 
Sí, a los 11 años.
 

A pesar de que no fue su poema favorito, fue ese texto quien lo introdujo en los elementos del orientalismo que luego seguiría bajo la filosofía de Berkeley, Hume y Schopenhauer.

De este último, Borges expone que:

Para Schopenhauer, para el sombrío Schopenhauer, y para el Buddha, el mundo es un sueño que debemos dejar de soñar y podemos llegar a ello mediante el ejercicio. Tenemos al principio el sufrimiento, que viene a ser la zen. Y la zen produce la vida y la vida es, forzosamente, desdicha, ya que ¿qué es vivir? Vivir es nacer, envejecer, enfermarse y morir, además de otros males, entre ellos uno muy patético, que para el Buddha es uno de los más patéticos: no estar con quienes queremos. (Conferencia sobre el budismo).
 
Schopenhauer plantea que la vida y el mundo son una mera ilusión, un sueño en el cual, desde su perspectiva pesimista, se perpetúa el sufrimiento. La liberación, según él, consiste en dejar de soñar, lo cual implica trascender lo que llama la «voluntad de vivir», es decir, seguir el camino hacia el Nirvana, el fin del ciclo de deseos y renacimientos.
 
Una de las metáforas que impactó de manera positiva a Borges fue la del sueño. Schopenhauer plantea que la vida y los sueños son páginas de uno y el mismo libro, cuya lectura cotidiana es la realidad (…) También le impresionó a Borges la metáfora de la muerte como sueño que le sirvió para ampliar a un ciclo eterno de sueño-muerte-sueño hasta la improbable infinitud de la repetición cíclica. (Claudia Moros, Jorge Luis Borges y el budismo zen en dos de sus cuentos: “El inmortal” y “Las ruinas circulares”)
 
A pesar de su pesimismo, Schopenhauer sí propone algunas vías para librarse del dolor: la contemplación, la compasión, la inmersión pura en la nada y el ascetismo.

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Lo que llevó a Borges a interesarse en el budismo por encima de otras religiones es la tolerancia que esta práctica ha mostrado a lo largo de la historia: «Un buen budista puede ser luterano o metodista, o presbiteriano, o calvinista, o sitoísta, o taoísta (…) con toda libertad. En cambio, no le está permitido a un cristiano, a un judío, a un musulmán, ser budista» (Conferencia sobre el budismo). Para Borges, esta tolerancia no es una debilidad, sino todo lo contrario: «es su índole misma». Otro aspecto que resalta el escritor argentino es que el budismo exige mucho de nuestra fe. 
 
En una conversación con un amigo japonés, Borges afirma: «¿Por qué no creer en el príncipe Siddhartha, que nació en Kapilovastu quinientos años antes de la era cristiana? Él me respondía: “Porque no tiene ninguna importancia; lo importante es creer en la doctrina”». También hay una frase que me gusta mucho y que necesito dejar por escrito: «Creer en la existencia histórica del Buddha o interesarse en ella sería algo así como confundir el estudio de las matemáticas con la biografía de Pitágoras o Newton».
 
A Borges le fascina la historia de Siddhartha, y la narra y escribe sobre ella cada vez que tiene la oportunidad. En su conferencia sobre el budismo y en su libro Qué es el budismo, menciona un episodio significativo: una mañana, mientras viaja en su vehículo, Siddhartha se encuentra con un hombre encorvado y calvo que camina con un bastón, temblando. Impactado, le pregunta al chofer qué tipo de hombre es, y este le responde que se trata de un anciano, señalando que todos inevitablemente nos convertiremos en personas como él.
 
Luego, en otra salida, Siddhartha se encuentra con un hombre consumido por la lepra. El conductor le explica que se trata de un enfermo y que la muerte es un destino inevitable para todos los que nacen. En su tercer viaje, Siddhartha observa un féretro y escucha nuevamente al chofer: «Morir es la ley de todo el que nace.» A raíz de estas experiencias, Siddhartha, como expone Borges, renuncia al mundo y decide no vivir ni morir, ni siquiera sintiéndose satisfecho con la vida asceta de aquellos que habitan en la selva.
 
Su ley no es la del ascetismo, ya que para el Buddha el ascetismo es un error. El hombre no debe abandonarse a la vida carnal porque la vida carnal es baja, innoble, bochornosa y dolorosa; tampoco el ascetismo, que también es innoble y doloroso. Predica una vía media -para seguir la terminología teológica -, ya que ha alcanzado el nirvana y vive cuarenta y tantos años, que dedica a la prédica. Podría haber sido inmortal pero elige el momento de su muerte, cuando ya tiene muchos discípulos (Borges, Conferencia sobre es el budismo).
Aquí es donde Borges se separa de Schopenhauer, ya que para el filósofo alemán el ascetismo sí es la respuesta o una de las respuestas al sufrimiento. Aunque Borges fue un fiel seguidor de Schopenhauer, ambos intelectuales presentan una diferencia fundamental: para Borges, el ascetismo no es el objetivo y se considera un error, ya que también es doloroso y poco noble. En Qué es el budismo, Borges expone que Siddhartha:
 
Entiende, al fin, que los ejercicios de mortificación son inútiles; se levanta, se baña en las aguas del río y come un poco de arroz. Su cuerpo recobra inmediatamente el antiguo fulgor, los signos que Asita reconoció y la perdida aureola. Pájaros vuelan sobre su cabeza para rendirle honor y el Bodhisattva se sienta a la sombra del Árbol del Conocimiento y se pone a pensar. Resuelve no levantarse de ahí hasta haber logrado la iluminación.
El hecho de renunciar a la mortificación simboliza su comprensión de que el equilibrio, y no el sufrimiento extremo, es el verdadero camino hacia la realización espiritual.
 
Borges tiene varios cuentos que exploran temas como la inmortalidad, el significado de la vida, la transmigración, las doctrinas budistas y el problema del nirvana. Uno de ellos, titulado El inmortal, se publicó en 1947 en la revista Anales de Buenos Aires y luego en El Aleph en 1949, por la Editorial Losada. Escrito en primera persona, narra la experiencia de Marco Flaminio Rufo en su búsqueda de La Ciudad de los Inmortales. En este cuento, encontramos múltiples referencias a la literatura y la filosofía clásica como por ejemplo Heráclito y a la naturaleza cíclica del tiempo:
 
La muerte (o su alusión) hace preciosos y patéticos a los hombres. Éstos se conmueven por su condición de fantasmas; cada acto que ejecutan puede ser el último; no hay rostro que no esté por desdibujarse como el rostro de un sueño. Todo, entre los mortales, tiene el valor de lo irrecuperable y de lo azaroso. Entre los Inmortales, en cambio, cada acto (y cada pensamiento) es el eco de otros que en el pasado lo antecedieron, sin principio visible, o el fiel presagio de otros que en el futuro lo repetirán hasta el vértigo. No hay cosa que no esté como perdida entre infatigables espejos. Nada puede ocurrir una sola vez , nada es preciosamente precario. (Borges, El inmortal)
 
En este caso, y tal como lo descubre Siddhartha en sus salidas, la vida es repetitiva y cíclica, marcada por el nacimiento, la enfermedad y una muerte inevitable. Este ciclo de repetición se conoce como transmigración o samsara: nacimiento y muerte, nacimiento y muerte, nacimiento y muerte, hasta encontrar la iluminación y dejar de reencarnar las energías kármicas. «Si el hombre muere con anhelo de vida en su corazón, vuelve a encarnar; es como si, al morir, plantara una semilla» (Borges, Qué es el budismo). 
 
Para Claudia Moros, quien trabajó en su tesis para el Máster de Estudios Avanzados en Literatura Española e Hispanoamericana en la Universidad de Barcelona en 2016, es posible identificar cuatro patrones básicos del budismo zen en El inmortal:
 
1. El ego y la voluntad: En el cuento de Borges la inmortalidad diluye la individualidad. Los inmortales pierden su identidad personal; su ego se disuelve en una existencia sin propósito, destacando la futilidad de la voluntad humana frente a la eternidad. «Cuando al fin alcanza su deseo de ser inmortal sigue igual, coleccionando deseos sin saciarse y arrastrando el encasillamiento estereotípico».
2. La ignorancia: Su apego a ideas ajenas lo lleva a un estado de ignorancia, aferrándose a placeres y sufrimientos sin encontrar respuestas a sus necesidades
3. El deseo – sufrimiento: En el budismo zen, la sed representa un apego a vínculos afectivos y al ego, impidiendo el desarrollo de una mente que no busque esencia autosubsistente. Borges describe una conciencia sedienta de inmortalidad, atrapada en ilusiones, que elige el placer del pensamiento y la especulación sobre la perpetuación de su existencia. «Las sensaciones afectivas al imaginar la posibilidad de inmortalidad le conducen irremisiblemente a sufrir una sed insaciable».
4. La liberación – iluminación: La verdadera liberación, en el contexto de El inmortal, no se alcanza a través de la inmortalidad, sino del reconocimiento del valor de la mortalidad. La muerte es vista como una liberación deseada, en contraste con la vida eterna que se convierte en una carga.
Lo que hace Borges es increíble. Si llegaron hasta aquí y pensaron que fue budista, se equivocaron; Borges fue agnóstico. «Yo no estoy seguro de ser cristiano y estoy seguro de no ser budista», explica en su conferencia sobre el budismo. A pesar de no ser budista, fue un gran conocedor, divulgador e investigador, y siempre lo hizo con mucho respeto.
 
Bibliografía
Borges, Jorge Luis. Conferencia sobre el budismo.
Borges, Jorge Luis. Qué es el budismo. Emecé editores, 1991.
Borges, Jorge Luis. El inmortal. 
https://www.ingenieria.unam.mx/dcsyhfi/material_didactico/Literatura_Hispanoamericana_Contemporanea/Autores_B/BORGES/inmortal.pdf
Moros Martínez, Claudia Patricia. Jorge Luis Borges y el budismo zen en dos de sus cuentos: “El inmortal” y “Las ruinas circulares”. Dirigido por Edgardo Dobry Lewin, Máster de Estudios Avanzados en Literatura Española e Hispanoamericana, Facultad de Filología, Universidad de Barcelona, 2016.

Matías Saá Leal

Matías Saa Léal. Estudiante de literatura en la Universidad Alberto Hurtado

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