La verdad es que suelo dejar las cosas a medias

y siento un desasosiego desquehacerado cuando no lo hago. 

 

Por eso cuando me pides que no use el gerundio

se me anda desgarrando la garganta. 

 

Y probablemente me lo estés pidiendo en este mismo instante,

pero probablemente no esté escuchando

porque estoy mareándome en el aquí y el ahora,

abrochándome un cinturón 

porque no quiero que pase el tiempo

en este momento que está pasando

entre mi cuello y mi cintura,

arrullándome entre sus sábanas,

durmiéndome en su regazo,

bailándome las piernas

y calentándome las tripas. 

 

Me estás pidiendo que no use el gerundio,

pero yo no estoy queriendo ceder.

Ando buscando a toda costa

la manera de alargar mis palabras

porque estás dejando de escucharlas

y siento el silencio cayendo y callándome. 

 

El gerundio está siendo el arma más poderosa

contra la masa arrolladora de la inmediatez

que pretende desaparecer la permanencia de todo.

 

Y yo sé que me estás dejando de querer.

 

Que estoy desapareciendo

poco a poco esfumándome

de tus sueños perdiéndome en el olvido

desertificándome. 

 

Pero el gerundio es mi último resquicio

para no 

                                                       desvanecer.

 

Así que por favor:

te estoy rogando, suplicando,

me estoy muriendo entre tu mundo de pretéritos

perfectos simples y lo único que puede salvar

esta existencia de presentes prolongándose hasta el infinito

son mis cuatro letras sagradas 

ando endo, 

mis pulmones oxigenándose con aire caliente,

cada uno de mis vasos sanguíneos 

recorriéndome:

mis gerundios. 


Lucas Anaya Vázquez (Ciudad de México, 2004)

Mexicano-chileno. Estudiante de Política y Administración Pública en El Colegio de México. Escribe cuentos y poemas.

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